3 de enero de 2008

El calvario de viajar en los trenes bonaerenses

En el ramal Vía Circuito de la ex línea Roca, que recorre 27 estaciones, se observan desde andenes con televisores a otros sin siquiera boleterías habilitadas. Los guardas no controlan los boletos y la cancelación de formaciones sin previo aviso es algo habitual. La empresa no da respuestas.
El andén está casi vacío y las ruinas de basura que lo adornan le dan un cierto aire lúgubre. Las pocas personas escuchan desde los parlantes el anuncio fatal. El próximo arribo, previsto para las 14.23, está cancelado hasta nuevo aviso. Las caras se multiplican entre la resignación y el agobio. Todas se muestran cansadas de la rutina, de la costumbre de saberse varados en una estación ajena a sus barrios, a sus vidas.-¿Por qué se canceló el tren?-Parece que hubo un accidente.- responde un empleado, sin demasiada preocupación. Los ojos que antes habían esbozado un leve enojo, ahora se perciben hartos de escuchar la misma historia. Día a día. Como un purgatorio eterno en el ramal Vía Circuito.
El recorrido completo sale de la estación Constitución para desembocar en el mismo lugar de partida. En total son 27 estaciones, aunque sólo 9 se unen por el ramal eléctrico. Los centros de trasbordo son Temperley y Berazategui, desde donde se combina con el que tiene destino a La Plata. Los servicios semi rápidos dejaron de funcionar hace ya más de un año por el descarrilamiento de una formación en la estación Ringuelet. La medida “fue transitoria”, según la empresa de entonces, Transporte Metropolitano Roca (TMR), a cargo del polémico empresario Sergio Taselli, aunque hasta el día de hoy no se volvieron a poner en funcionamiento. “Si dejamos ese servicio, con las condiciones de las vías descarrilaría un tren por hora”, sostuvieron desde la concesionaria. Nadie parece muy preocupado por arreglarlas.
La infraestructura de las estaciones es un tema aparte. Los lugares más higiénicos son (vaya paradoja) los baños, y al entrar uno se encuentra con la novedad de que los encargados de limpiarlos nada tienen que ver con la empresa. “Su colaboración es mi sueldo”, reza un cartel en el toilette de la estación Rafael Calzada. Arriba nada cambia. Los asientos son, en su mayoría, de chapa revestida de una pintura azul que transforman en un suplicio el viajar sentado. Las puertas rara vez pueden permanecer cerradas, no por gusto de los pasajeros sino por falta de trabas y manijas. Las ventanas, cuando existen, permanecen todo el viaje en su estado inicial por la imposibilidad de cerrarlas o abrirlas, depende dónde esté la falla. “El invierno se torna crudo arriba”, dicen algunos pasajeros, mientras los guardas conversan desinteresados de la situación. Ya nadie revisa los pasajes e incluso en algunas estaciones las boleterías están cerradas. Tolosa es una de ellas. En Florencio Varela invitan a pasar porque no hay monedas. Los trenes que llegan al unísono en una estación son testigos de los cruces de pasajeros de una formación a otra. Todos los ven; nadie dice nada. El tren arranca. Un muchacho joven lo corre y parece no alcanzarlo. El miedo a la cancelación del siguiente lo ciega y salta. Un paso en falso puede ser fatal. Sube, se sienta y es uno más dentro del vagón. Los guardas siguen conversando.Metropolitano ya no es quien maneja las riendas del ferrocarril. La concesión fue otorgada a Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria (Ugofe), un colectivo de empresas que se compone de TBA, Ferrovías y Metrovías.TBA es cuestionada hace años en la ex línea Sarmiento, y acaba de anunciar que desde el año próximo se eliminará de la ex línea Mitre. En el Sarmiento la medida ya fue impuesta hace más de medio año. Metrovías es la encargada de los Subtes de la ciudad de Buenos Aires.

Fuente. Diario Hoy

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